Clínica y crítica del patriarcado.
Bruselas 1 y 2 de Julio de 2023
7º Congreso Europeo de Psicoanálisis
El argumento
El retorno del patriarcado
El tema del patriarcado, si había pasado de moda, vuelve hoy con fuerza e incluso sería considerado como responsable del malestar contemporáneo. Surgió en los Studies que nos llegan de las universidades americanas y los medios se hacen eco de ello. Pero también se escucha en el discurso de los analizantes. Es a partir de este ángulo clínico que abordaremos esta cuestión para ampliarla hacia los desafíos sociales actuales.
Considerado como un sistema social, cultural y económico construido para la dominación y la explotación de las mujeres por los hombres, de las minorías de raza, clase o género en su mayoría blanca, colonialista, burguesa y heteronormada, el patriarcado reúne en su contra las luchas feministas, las ideologías dichas woke, y el activismo de la comunidad LGBTQIA+.
El psicoanálisis, desde su invención por Freud, ha participado al cuestionamiento del orden patriarcal. Hoy, paradójicamente, sería acusado de ser cómplice de su mantenimiento al situar al padre en el centro de la subjetividad humana. Lacan lo había indicado en 1971 – durante la segunda ola del feminismo – el Edipo, « aparentemente instaura la primacía del padre, que sería una especie de imagen patriarcal »[1].
La carencia del padre
Sin embargo, Freud, desde La Interpretación de los Sueños, tilda de “anticuada (la) potestas patris familias[2]”. Y Lacan, ya en Los Complejos Familiares, refiere la aparición misma del psicoanálisis al declive del padre, cuya personalidad es « carente siempre de algún modo, ausente, humillada, dividida o postiza »[3].
La figura del padre todopoderoso, celoso y gozador, que guarda para él todas las mujeres, se encuentra solo a nivel del mito, mito que Freud inventó con Tótem y Tabú[4], un padre muerto que es asesinado por sus hijos. Estos ya no podrán transmitir más que un pecado y la veneración del tótem para localizar allí la omnipotencia del padre muerto. Freud vio en este mito el origen de la religión y de la figura de un Dios eterno, Dios padre[5].
Lacan mantuvo esta falta fundamental del padre a lo largo de toda su enseñanza, dado que solo con esta condición puede limitar y civilizar el goce para dar acceso al deseo, es decir, transmitir la castración. Claude Lévi-Strauss, al descifrar las estructuras elementales de la parentalidad, formalizó lo que Freud había descubierto con el Edipo como vector de la ley fundamental y universal de la prohibición del incesto.
El declive del padre fue elaborado de diferentes maneras por Lacan a lo largo de su enseñanza. De la falta de potencia ligada a la imago, fue reducido a un significante, el Nombre-del-Padre. Si bien, este último fue primero garante del orden simbólico, adquirió luego un estatus de ficción, de semblante, haciendo tapón al agujero de lo simbólico, para finalmente ser pluralizado volviéndose una pura ficción lógica, la de la excepción.
Las enfermedades del padre
A la hora del discurso de la ciencia y del capitalismo, cuando es desbordado por los objetos de consumo que saturan la falta y obstaculizan la castración, ¿qué se puede exigir del padre? ¿Cómo puede todavía sorprendernos[6]? Transmitiendo, dirá Lacan, en un « justo no-decir »[7], la forma en que se las arregla con el goce en el lazo a su partenaire. Esta versión del padre, respondiendo al hecho de que no hay relación escrita entre los sexos, es siempre sintomática.
Así, el Edipo no da acceso a ninguna normalidad, sino que produce más bien neurosis. Son las enfermedades del padre, fobia, histeria, neurosis obsesiva, con sus letanías de síntomas. Y si un padre se cree que es el padre, aquel que tiene una regla para todo, sin falla, si quiere igualarse al Nombre, sirviendo a un ideal universal y desencarnado, cae en la impostura excluyendo « el Nombre-del-Padre de su posición en el significante »[8], entonces es su forclusión.
Más acá de lo simbólico
Por lo tanto, la carencia civilizadora que el padre porta sobre él, su propia castración, y que transmite como falta, es fundamental. Pero si es rechazada, denegada, o negada, la potencia del padre puede retornar a través de la violencia, en un nivel más acá de lo simbólico. Pues existen también «los pecados del patriarcado»[9]. Evoquemos el masculinismo, el acoso, los abusos sexuales, o los feminicidios. Ellos confinan al padre conectado a la fijación de su goce, que atraviesa la barrera del pudor para unirse a lo real insoportable[10].
A nivel social, las reacciones a la decadencia del padre se hacen cada vez más duras. Ciertas corrientes religiosas se radicalizan. Los derechos de las mujeres, en algunas regiones del Islam, son pisoteados. Pero también en nuestras sociedades occidentales se rechaza, por ejemplo, en nombre de la religión, el aborto a mujeres violadas, o se suprime este derecho adquirido desde hace casi cincuenta años en « la democracia más grande del mundo ».
Dirigentes populistas, con aires patriarcales, acrecientan la ferocidad del superyó, al mismo tiempo que se sitúan fuera de la ley, y ponen en peligro las democracias en sus fundamentos mismos. Ciertos autócratas, nostálgicos de imperios perdidos, no dudan en arrastrar países a una guerra, provocando muerte, éxodo y desolación.
Segregación generalizada
Lacan, ya en 1968, predecía que «el rastro, la cicatriz de la evaporación del padre […] [produce] una segregación ramificada, acentuada, que se entremezcla en todos los niveles y que multiplica cada vez más las barreras »[11]. La lucha, legítima, llevada adelante contra las injusticias ligadas a la raza, al género o a la situación social, está habitada por una paradoja. Aunque se pretende inclusiva, es necesario constatar que hay « un punto de torsión »[12]. Los discursos, en nombre del bien, toman un giro vehemente e intolerante, sin dialéctica posible. Una verdadera policía del lenguaje se pone en marcha por medio de la cual todo el mundo vigila a todo el mundo y nos escandalizamos cuando un propósito es considerado como no correspondiente a las normas arbitrariamente decididas por grupos autoproclamados.
La evaporación del padre, su pulverización según la expresión de J.-A. Miller, más allá de su pluralización, produce un sinnúmero de significantes identitarios que forman comunidades y tratan de imponerse a todas las demás. La lucha contra el patriarcado que podría unir provoca, por el contrario, la segregación.
¿Qué puede hacer el psicoanálisis?
A la hora en la que los discursos ideológicos se enfrentan, J.-A. Miller señala que se trata de no olvidar el sufrimiento que la delicuescencia del orden simbólico puede provocar, para cada sujeto, uno por uno[13]. Y si, como él lo indica, es difícil de debatir con un deseo – por ejemplo de trans-identidad porque a este nivel, nadie está equivocado ni nadie tiene razón -, es a partir de la clínica que el psicoanálisis puede actuar. ¿Qué nombra el patriarcado, para cada uno, singularmente? ¿Qué es lo que hace agujero, traumatismo para el sujeto? ¿Cómo inscribe esto un programa de goce que le es singular y extimo al mismo tiempo? ¿Cómo un sujeto se construye un síntoma, qué anudamiento puede construir, que le permita responder de lo real?
Para poder estar a la altura de la demanda que se le hace, el psicoanalista, el practicante, tanto si trabaja en consultorio privado como en institución, debe hacerse objeto « asombrosamente versátil, disponible, multifuncional (…) no querer nada a priori por el bien del otro, no tener prejuicios en cuanto al buen uso que se puede hacer de él (…). Es necesario para esto que él haya cultivado su docilidad hasta saber tomar para cualquier sujeto el lugar desde el cual poder actuar»[14]. Será la apuesta del congreso PIPOL 11, sobre La clínica y la critica del patriarcado.
Guy Poblome
Director del congreso PIPOL 11
EuroFederación de Psicoanálisis
Traducción: Micaela Frattura
Relectura: Itxaso Muro Usobiaga
[1] Lacan, J., El Seminario libre XVIII, De un discurso que no fuera del semblante, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidos, 2009, p.160.
[2] Freud, S., La interpretación de los sueños, Obras Completas T IV, p 266. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2004.
[3] Lacan, J., La familia, Ed. Argonauta, Buenos Aires, 2003, p. 94
[4] Freud, S. Tótem y Tabú, Obras Completas, T XIII, Amorrortu Editores, Buenos Aires 1991.
[5] Cf. Ibid., p.134
[6] Lacan, J., Seminario libro XIX … O peor, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidos, 2012. N. d. T: en francés hay un juego de palabras posible entre « épater » (sorprender) y « pater » (padre). Lacan escribe « é-pater »
[7] Lacan, J., Seminario libro XXII, R.S.I, 21 enero 1975, inédito.
[8] Lacan, J., « De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, Escritos II, Buenos Aires, Siglo XXI.
[9] Miller, J.-A., Conversación de actualidad con la Escuela española del Campo Freudiano, 2 de mayo 2011.
[10] Miller, J.-A., « Nous n’en pouvons plus du père ! », La Règle du jeu, disponible en internet.
[11] Lacan, J., « Nota sobre el padre », Revista lacaniana de psicoanálisis n° 20, junio 2016, EOL.
[12] Miller, J.-A., Conversación de actualidad… Op. cit.
[13] Cf. ibid.
[14] Miller, J.-A., Las contraindicaciones al tratamiento psicoanalítico, El caldero de la escuela n° 69, junio 1999, p. 7-12.